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Muérdago: omnia sanans

Para los antiguos pueblos europeos, el muérdago era considerado mágico y sagrado. Comúnmente se lo asocia con los druidas, pero no sólo forma parte del folklore celta. La costumbre del beso bajo el muérdago parece haber sido heredada de los griegos, que la practicaban en el ritual de Saturnalia. Con el tiempo pasó a formar parte de primitivos ritos maritales. Para los escandinavos, el muérdago era un símbolo de paz, bajo esta planta se declaraban las treguas entre enemigos y las reconciliaciones entre esposos.

En su Historia Natural, Plinio menciona su uso como omnia sanans, capaz de curar todas las enfermedades y promover el embarazo. Hipócrates lo empleaba para tratar la epilepsia, entre otros males. Desde entonces, se le han atribuido al muérdago tantas propiedades curativas como mágicas y muchas de ellas carecen de base científica.

Cuando Balder, dios de la primavera, era apenas un niño, su madre, Frigga, diosa del amor y la belleza, tuvo un sueño en el que se le alertaba sobre la muerte de su hijo, advirtiéndole que al momento que esto ocurriera, todo ser viviente sobre la tierra perecería con él. Alarmada por dicha amenaza, Frigga habló con los cuatro elementos y todo ser viviente, haciéndoles prometer que nada ni nadie le haría daño. Sin embargo, a Frigga se le olvidó acercarse al muérdago por considerarle insignificante e inofensivo. El malévolo dios Loki se aprovechó de la oportunidad y elaboró una lanza con punta de muérdago para quitarle la vida al pequeño.
Con su muerte, se cumplió la profecía, y al instante, el cielo palideció, las plantas comenzaron a morir, a la par que el planeta se iba envolviendo por primera vez en la crudeza del invierno. Frigga lloraba desconsoladamente. Conmovidos, los dioses le devolvieron la vida a su hijo, no sin antes castigar a la pequeña planta por haber causado tanta desdicha.

Por su parte, una vez devuelto a la vida y como muestra de amor y agradecimiento a su madre, Balder ordenó que en adelante, cada vez que una pareja pasase bajo una rama de muérdago, debía besarse para perpetuar el amor en la tierra.


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