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Los augures romanos, segunda parte

Según el ritual, los auspicios comenzaban indicando el impetrante los signos parlantes que esperaba obtener de Júpiter; a veces solían advertirse signos inesperados y por consecuencia desfavorables, pues la superstición tendía a acrecentar el número ele fenómenos, especialmente los fortuitos; pero los augures no admitían más que cinco especies de signos: 1.º Signos celestes, o sea el relámpago, el trueno y otros fenómenos meteorológicos. El relámpago en un cielo sereno era el auspicio por excelencia, considerándose favorable siempre que se dirigía de izquierda a derecha, porque la izquierda del observador correspondía a la derecha de Júpiter, y desfavorable cuando se daba en sentido contrario. 2.º El vuelo de las aves; pero la complicación de las reglas concernientes a este signo hizo que se abandonara bien pronto. Los augures habían catalogado las aves observables siendo de tener en cuenta la especie de las mismas, y después de hechas las observaciones hacían una recapitulación de los presagios observados; la dirección del vuelo del ave, la fuerza y especialmente el acento de su grito, determinaban el sentido favorable o desfavorable del augurio. 3.º Eran muy frecuentes los presagios deducidos del apetito de las aves, especialmente de los pollos y fueron de uso tan general que los pullarii tendieron a reemplazar a los augures. Se tenía por el signo más favorable que el pollo dejara caer de su pico algo de comida. 4.º La observación de los movimientos y actitudes de los cuadrúpedos y reptiles; y 5.º Signos fortuitos y que sólo tenían valor negativo.

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