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Dagda



 

Era conocido por el atributo del caldero de la abundancia -entre los celtas, el caldero era uno de los objetos cargados de simbolismo mágico y mítico, pues en su fondo se guardaban las esencias del saber, de la inspiración y de la extraordinaria taumaturgia-, con el que alimentaba a todas las criaturas. Y, no sólo quedaban satisfechos de forma material, sino que también, quienes acudían al caldero próvido de Dagda, sentían saciadas sus apetencias de conocimiento y sabiduría.

Otra cualidad del dios Dagda era su relación directa con la música, y con su poder evocador. Uno de sus atributos, precisamente, era el arpa; instrumento que manejaba con maestra y arte, y que le servía para convocar a las estaciones del año. Arrancaba, también, tan suaves melodías a este instrumento que muchos mortales pasaban de este mundo al otro como en un sueño, y sin sentir dolor alguno, ni siquiera percatarse de ello.

El dios Dagda fue una especie de Orfeo céltico y, entre sus descendientes, cabe citar a Angus que cumpla entre los irlandeses las mismas funciones que el Cupido clásico. Angus era la deidad detentadora del afecto y del amor y, en vez de lanzar dardos o flechas, tiraba besos que no se perdían en el aire, sino que se convertían, después de haber cumplido, por así decirlo, su misión, en dóciles y delicadas avecillas que alegraban con su melodioso trinar la vida de los felices enamorados.

 



También tuvo Dagda una hija llamada Brigt que fue considerada por los celtas como la protectora de las artes declamatorias y líricas. Se la encomendó el patrocinio de la ciudad y, entre los galos, era quien guardaba el caldero del conocimiento, la sabiduría y la ciencia.

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