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La magia de los clavos

El clavo, tanto en la vida cotidiana como en el ocultismo, tiene un fuerte simbolismo. Significa el dolor, lo que es engorroso, lo que molesta, el daño, el perjuicio, las migrañas y jaquecas. En la Antigüedad señalaba, también, el fin de un acontecimiento y el inicio de otro, lo cual auguraba fortuna y provecho para la nueva etapa. Se usaba con el deseo de evitar males y, por ello, se hincaban clavos en los cimientos de las casas para alejar los malos espíritus, o en los cementerios, se clavaban en las tumbas para ahuyentar los demonios que pudiesen habitar en las tinieblas. Asimismo, los clavos se usaban como expiación de los malos actos realizados en el pasado, de ahí el sacrificio expiatorio de los romanos. Otros usos son recogidos con el paso del tiempo.

Plínio el Viejo describe cómo se clavaban los muertos por enfermedad ya que así, se creía que se evitaba su contagio y su propagación. Sin embargo, el clavo también es una llave (esta palabra en latín es "clavis"). El clavo abre y cierra espíritus, reales o absatractos. La Magia con elementos punzantes siempre se ha considerado adecuada para personas muy aventajadas en este campo ya que es considerada Alta Magia. Por ello, su manipulación mágica debe hacerse con mucho cuidado. Recordad que los clavos extraídos de algún mueble de la casa o los que encontréis en la calle o en cualquier lugar, deben guardarse aunque estén en muy mal estado.

Cuanto más viejos y estropeados, mejor. Los podéis poner en frascos transparentes ya que energizan el ambiente benéficamente y confieren protección. Una protección contra hechizos o malas vibraciones es colocar clavos de hierro en las suelas de las botas. Un equivalente puede ser el clavo de olor, la especia. Esta planta aromática se usa mucho en la Magia de Amor. Así, si queréis encontrar a la persona amada, una buena idea es llevar una bolsita llena de clavos de olor colgada del cuello o en un bolsillo.

Recuerda que los wiccanos no ponemos el nombre de ninguna persona en la Magia del Amor, porque sería ir contra su voluntad.

Las curanderas de los pueblos solían cortar los encantamientos con ajos y clavos de olor. Se apartaban tantos clavos como ajos, se hacía una ristra y se tiraba en el campo. Cuando se secaban los ajos, los clavos habían desaparecido llevándose con ellos, los males y/o envidias.

 

 




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