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Las cenizas de Yule

Este día es el momento de mayor oscuridad: el sol está en su punto más bajo en los cielos, mientras que la noche es la más larga del año. Yule es uno de los puntos clave del ciclo. Tras Yule, los días empiezan a prolongarse, por lo que esta festividad  se celebra tradicionalmente para convocar el retorno de la luz y de la esperanza al mundo oscuro 


Hay muchas similitudes entre los ritos celtas y las tradiciones navideñas que ahora ha "robado" la tradición cristiana. Repasemos alguna de ellas.

- Era costumbre adornar las casas con hiedra, por dentro y por fuera, y poner guirnaldas de acebo y muérdago, para protegerse de visitas no deseadas.

- Los colores empleados para los adornos eran el color rojo, símbolo del nacimiento (por su asociación con la sangre del parto), y el verde, símbolo de la tierra, ya que se consideraba que, al empezar los días a ser más largos, era entonces cuando verdaderamente empezaba a resurgir la vida en la tierra

- El árbol de Yule en su origen era un tronco de árbol que se quemaba la noche del solsticio, para festejar el renacimiento del sol y para atraer la prosperidad. Esta costumbre se remonta incluso a Egipto, en el 5000 a.c. (festejaban el nacimiento de Horus, su "rey sol") y a los antiguos sumerios (festejaban el nacimiento del dios Mitra), y ha sufrido cambios, pero ha estado presente desde entonces en multitud de culturas.

Cuando los celtas adoptaron esta costumbre, hacia el 1100 a.c., recogían un leño después del solsticio y lo guardaban hasta que, unos días antes de la festividad, lo adornaban con piñas de conífera, acebo, hiedra y otras plantas siempre verdes, lo que parece que puede ser uno de los orígenes de la costumbre actual de adornar un árbol. Después de varios días adornado y colocado en un lugar de honor del hogar, para que todos los miembros de la familia pudieran tocarlo y dejarle golosinas y regalos, el leño se prendía al ponerse el sol la noche del solsticio (normalmente era la madre quien prendía el fuego) y se quemaba lentamente. Sus cenizas se guardaban con veneración, ya que se decía que podían curar enfermedades, y se solía guardar algún resto carbonizado para encender el fuego del leño del año siguiente
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