Cortina de albahaca
Texto de
Silvio Rodríguez Domínguez*
Un grupo de artistas y escritores españoles ha lanzado una plataforma
para democratizar a Cuba. Y cuando un cubano opina diferente, decretan
que sus argumentos son cortinas de humo de la dictadura que padece y
lo comparan con los franquistas. Pero los dioses parecen haberles
castigado. Porque, precisamente por haberse atrevido a investigar los
crímenes del franquismo, el Consejo General del Poder Judicial acaba
de suspender al juez Baltasar Garzón de la Audiencia Nacional de
España. Esta sentencia es un golpe durísimo a una democracia desde la
que se pretende juzgar o mandar a juzgar los supuestos defectos
ajenos, pero ojo con quien toque a los propios.
El veto a Garzón, considerado un héroe, ocurre en el mismo país que
hace pocos años dio al mundo una verdadera lección de democracia, al
votar contra el partido gobernante que los metió en una guerra
injusta, haciendo oídos sordos a enormes manifestaciones populares.
Personalmente no me explico cómo estas personalidades han llegado a la
conclusión de que la política hacia Cuba debe ser la del aislamiento y
el bloqueo. Es como si desconocieran que hace medio siglo esa misma
política no ha logrado mover ni un milímetro la determinación de la
mayoría de los cubanos.
Por otra parte, los cubanos también queremos cambios, pero
consensuados por nosotros. Esas transformaciones ocurrirán más
temprano o más tarde y la única política capaz de acelerarlas es el
fin del bloqueo. Todo lo que se nos haga con asedio y presiones no
podremos considerarlo a nuestro favor, sino como un insulto a nuestra
autodeterminación, una injerencia inadmisible en nuestras vidas.
Tantas agresiones y amenazas nos han enseñado que la supervivencia
pasa por una sociedad orgánica, íntegra, indivisible. Así hemos salido
airosos de embates artificiales y naturales. Pero sabemos que somos el
resultado de un apremio, por vivir acosados. No creemos en un gobierno
centralizado para siempre. Más bien solemos verlo como un concepto de
emergencia, un mal necesario que el camino de la emancipación nacional
nos ha impuesto para sobrevivir. El fin del bloqueo nos despejará
profundamente, creando condiciones para que avancemos también en el
concepto democrático. Subrayo que no quiero decir que sólo sin el
bloqueo seremos más democráticos, sino que estoy seguro de que así lo
conseguiremos más pronto.
La flamante plataforma propone aislar aún más a Cuba y agravar nuestra
ya precaria economía. Pretende convencer al mundo de que la asfixia
resolverá nuestros problemas. Su hipotético éxito significaría mucho
más sufrimiento para nuestro pueblo, que lleva medio siglo enfrentando
todo tipo de dificultades. Nuestra larga experiencia en "propuestas"
foráneas nos dice que esta acción no es más que un nuevo artilugio
para obligarnos a hacer lo que otros consideran que debemos hacer.
Partiendo de que se trata de personas bien intencionadas, no sé cómo
no entienden la ofensa de pretender que nos volvamos como ellos, con
las reservas que despiertan esas democracias de banqueros ladrones y
ejércitos ocupantes. Para colmo, cuando respondemos que no estamos de
acuerdo, pretenden negarnos el derecho a que se nos escuche, porque
todo lo que no razone como ellos –dicen– viene contaminado de dictadura.
Capitaneados por un gran escritor peruano con un largo historial
reaccionario, ciertos intelectuales españoles han decidido gastar más
horas elucubrando cómo hacernos daño que investigando hasta qué punto
viven en una democracia. Algunos parecen más preocupados por Orlando
Zapata –un hombre que tuvo el valor de escoger su propia muerte y
enfrentarla–, que de los más de 100 mil españoles asesinados en la era
de Franco. Es triste ver lo poco que les interesa profundizar en la
realidad cubana, cuando sus conclusiones son las mismas que las de los
peores enemigos de nuestra dignidad. Por eso acabo admitiendo que esta
página efectivamente es una cortina, no de humo pero sí de albahaca,
contra la fetidez de su pretendida salvación.
Texto del trovador cubano enviado el 15 de mayo al diario El País, de España.
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