Los druidas y el roble
Fueron los escritores griegos los primeros que mencionaron la palabra druidae. Las referencias sobre los druidas más antiguas que conocemos, como se ha mencionado antes, proceden tan sólo del siglo II a..C. Estas primeras referncias llegaron hasta nosotros por citas de tercera mano. Diógenes Laercio, un griego que vivió en el siglo III d.C., escribió Vidas y opiniones de filósofos ilustres. En su obra, cita referencias más antiguas, nombra sus fuentes, y es, por consiguiente, considerado muy valioso al haber conservado máximas y epístolas de hombres como Epicuro, Solón de Atenas y Periandro de Corinto. También menciona en su obra citas de Aristoteles (384-322 a.C.) y Sotión de Alejandría, que escribió entre 220 y 170 a.C. acerca de los druidas. Pero ahora se acepta que la obra aristotélica Magicus, a la que se refiere Diógenes, no fue, de hecho, escrita por el famoso filósofo griego, sino por un escritor anónimo de circa 200 a.C. Esto sigue haciendo de esta cita una una de las referencias más antiguas sobre los druidas.
Al igual que Keltoi, la palabra Druidae es, obviamente, una palabra de origen celta, pero los lingüistas todavía discuten sobre su derivación.
Tanto Estrabón (64 a.C.-después de 24 d.C.) como Plinio el Viejo, (23/4-79 d.C.) creían que estaba emparentada con el griego drus, “un roble”. Se debe poner énfasis en el uso deemparentar y no de “derivar de”. De una hipotética palabra del celta común deriva el irlandés moderno dair y el galés dar. La Sra. Chadwick lanza una divertida idea cuando dice:
“No es completamente imposible que la palabra druida pueda haber tenido su origen en un mote derivado de los robles con los que furon asociados por Plinio, en cuyo caso, tendría un significado parecido a “hombres de los robles”. Más en serio, algunos etimologistas celtas importantes, como Whitley Stokes, Rudolf Thurneysen, Henri d’Arbois de Jubainville y Holger Pedersen, entre otros, creen que la palabra deriva de la palabra-raíz dru-wid, “conocimiento del roble”, donde widsignifica “conocer” o “ver” (como en el sánscrito vid, que aparece en los “Vedas” hindúes, el texto religioso más antiguo escrito en una lengua indoeuropea). El significado de druida, por eso, en un sentido no literal, sería “aquellos cuyo conocimiento es grande”, o “conocimiento sólido”. El simbolismo del roble parece ser generamlente aceptado, aunque los lingúistas celtas más cautelosos todavía tienden a considerar oscuro el origen de la palabra. El Dr. Dáitha Ó hÓgáin, del Departamento de Folklore del University College en Dublín, por ejemplo, ha calificado la relación de la palabra “druida” con “roble” como “derivación un tanto extravagante”, señalando que, en un contexto irlandés:
El árbol favorito de los druidas, sin embargo, era, claramente, el serbal, y era entre las ramas de este árbol donde los médicos irlandeses dormían para tener visiones proféticas. El avellano era también importante, como evidencia el nombre del druida Mac Cuill (“hijo del avellano”) y también la tradición popular refernete a los nueve avellanos en el nacimiento del río Boyne, cuyos frutos tenían un núcleo de sabiduría.
Pero el Dr. ÓhÓgáin reconoce que la palabra druida procedía de una palabra celta “que podría significar “muy cognoscible”.”
Sin embargo, de una manera extraña, el Dr. ÓhÓgáin parece olvidar el hecho de que el roble desempeña, aún hoy, un papel prominente en la mitología irlandesa, como en el caso del “Roble de Mughna”, que, de acuerdo con el Leabhar Gabhála(Libro de las Invasiones), era el árbol sagrado más antiguo de Irlanda. En efecto, los robles son mencionados con frecuencia en un contexto cristiano primitivo en Irlanda, de manera que tenemos razones para suponer que muchas antiguas iglesias fueron construidas sobre los lugares de robles druídicos. Los más famosos de estos lugares son el monasterio de Brígida en Cille Daire (Kildare: iglesia del roble), Daire Maugh (Durrow: llanura de los robles) y Colmcille’s Daire Calgaich (Derry: el robledarl de Calgaich). A pesar de esto, el Dr. ÓhÓgáin tiene razón en que el tejo, el avellano y el serbal son tres árboles a los que se refiere a menudo la mitología celta en conexión con los druidas irlandeses.
Sir John Rhys, el primer catedrático de estudios celtas de Oxford, en sus Lecciones sobre el origen y crecimiento dela religión como ilustra el Paganismo Celta (1888), comenta:
Viendo la importancia de los árboles sagrados en el antiguo culto de la principal divinidad de los arios en Europa, y la preferencia mostrada por el roble como el árbol más indicado para convertirse en su emblema, o, incluso, para ser la residencia de la divinidad, me inclino, hablando en plata, a admitirla antigua etimología de la palabra “druida” como la correcta.
Esto es, aquella etimología del “conocimiento del roble”.
El origen de la casta druídica tiene sus raíces en la “era de los recolectores”, cuando enormes bosques de robles cubrían Europa. Estamos hablando de un período anterior al 4,000 a.C., cuando los primitivos “cazadores-recolectores” vieron el roble como símbolo de plenitud, recogían las bellotas como un medio de alimentación y las consideraban fáciles de almacenar para días peores. Hesíodo (c 700 a.C.), Pausanias (siglo V a.C.), Galeno (129-199 d.C.), todos hablan de la bellota como alimento. De acuerdo con Plinio, la bellota era molida y horneada dentro de pan. Publio Ovidio Naso, el poeta Ovidio 843 a.C.-17 d.C.), habla de la bellota como el primer alimento entregado a los humanos cuando fueron arrojados del gran árbol del dios del cielo Jove o Júpiter. Estrabón se refiere al pan de bellota como la dieta básica de los celtas de Iberia, mientras que el Leabhar na Nuachongbhala, compuesto alrededor del 1150 d.C. por Fionn Mac Gormain de Glendalough, dice que, en un año especialmente malo, cada espiga de trigo no daba más que un grano, y cada roble sólo una bellota, lo que indica que la bellota seguía siendo considerada, por los irlandeses, un artículo alimentario equiparable al grano.
El roble no sólo proporcionaba alimento, sino que aquellos europeos primitivos pudieron utilizar la madera de roble en sus hogueras para mantenerse calientes en sus viviendas de madera. Ejemplor de viviendas de madera de este período ofrecen testimonio de una sabia utilización de los recursos de los grandes bosques de la Europa templada. Estos europeos primitivos observaron que el roble era el árbol más venerable del bosque, el más resistente y el más útil. Desde este período, que probablemente duró unos mil años, se desarrolló la veneración por el roble y la aparición de los “sabios del roble”, que es una creencia capital en las más antiguas religiones indoeuropeas. Tener un conocimiento de los árboles, proporcionaba técnicas de supervivencia y, por tanto, sabiduría. El profesor Jaques Briard ha señalado en su La Edad de Bronce en la Europa bárbara (1976): “El hombre de madera iba a desempeñar un importante papel en las civilizaciones bárbaras occidentales durante mucho tiempo”. Briard olvida, sin embargo, mencionar que el “hombre de madera” no sólo desempeñó una importante función en las civiliaciones europeas “bárbaras”, sino también en la civilización del sur de Europa – incluso en las sociedades de Grecia y Roma – y que los restos de este concepto se pueden encontrar en otras sociedades indoeuropeas. Los hindúes consideraban sagrado al Ficus religiosa, un árbol en el que moraba el dios Brahma, mientras Vishnu vivía en las ramitas del árbol y cada hoja estaba asignada a una de las divinidades. La importancia del culto al árbol queda demostrada por el hecho de que, entre las tribus agrarias de la india, todos los pueblos estaban situados cerca de un bosquecillo sagrado (sarna) que se consideraba un resto del bosque primigenio, y que había sido conservado intacto por los dioses locales cuando la tierra fue despejada para proporcionar un mejor uso de la agricultura. Incluso Shiva mora en un árbol, el Aegle.
Hacia el comienzo del primer milenio a.C., cuando los celtas comenzaron sus expansiones, todo hombre y mujer con cultura dentro de la sociedad era descrito como poseedor del “conocimiento del roble”. Y, en la propia religión celta, el roble continuó siendo venerado como el gran símbolo del crecimiento de las plantas, así que, como culto, su simbolismo pervivió entre los celtas algún tiempo después de que se hubiese perdido entre los griegos y los latinos.
Por fuentes irlandesas podemos suponer que todas las tribus celtas tenían su propio árbol sagrado, el crann bethadh (o “árbol de la vida”), que se alzaba como su tótem o talismán en el centro de su territorio. En la Irlanda antigua, un ataque tribal contra un clan rival podía suceder sólo con el propósito de destruir el árbol y desmoralizar al enemigo.
Como plantea John MacCulloch: “Otros pueblos arios, aparte de los celtas, tendrán en el roble al símbolo de una gran divinidad, del sol o del cielo, pero probablemente, no será su significado más antiguo.”
James G. Frazer ha señalado que “el culto al roble, o al dios roble, parece haber sido compartido por todas las ramas del tronco ario en Europa”, esto es, por pueblos que descendían de los indoeuropeos. De hecho, el roble simboliza frecuentemente al “padre de los dioses” en varias sociedades, quizás a causa de su apariencia majestuosa, así como de su tamaño y longevidad, comparados con los de otros árboles. En otras palabras, el roble era un antiguo símbolo falico.
Los antiguos lituanos asociaban al dios del trueno, Perkunas, con un roble, y creían que, cuando morían, sus almas habitarían en aquellos árboles. Para obtener buenas cosechas, incluso en el siglo sexto, “sacrificaban” un roble mediante fuegos rituales. Los estonios embadurnaban los robles con sangre de animales, ofreciéndosela al dios Taara, para asegurarse la lluvia y una buena cosecha. Dentro de las naciones eslavas tamién se ha documentado el simbolismo del roble. Entre los eslavos el roble era el árbol sagrado de Perun, el dios del trueno. Su imagen fue encontrada en una talla de Novgorod, donde se informa que se debía mantener un fuego eterno en su honor. Los “robles sagrados” proliferaron en la Baja Sajonia, Westfalia y otras áreas de Alemania, de acuerdo con Jacob Grimm (1785-1863). ciertamente, en tiempos antiguos, los pueblos germánicos también adoraban al roble como representación de Thunor o Thor, el dios del trueno. En Inglaterra el roble era adorado por los anglosajones como parte de su propia religión, y no, como algunos han pensado, como una parte heredada de la tradición celta. En Francia, el cristianismo ha adoptado en parte al roble, porque tenemos a “Nuestra Señora del Roble” en Anjoe y en Orthe, en el Maine. Y, según W.Y. Evans Wentz, que cita el Canon Mahé: “Uno ve en varios cruces de caminos los más hermosos robles rústicos decorados con figuras de santos”. El roble, por eso, como símbolo de veneración, se encuentra en Europa, y, particularmente, como símbolo del dios del trueno. Incluso en Inglaterra este simbolismo ha sobrevivido hasta hace miy poco. Hay un poema popular mencionado por William Henderson en su Folklore de los Condados del Norte de Inglaterra (1866), que dice:
Cuidado con el roble
Que atrae el golpe.
Pero, como ya he dicho, la veneración por el roble no se limitaba a los pueblos del norte de Europa.
Los pueblos de Grecia y Roma compartieron un vez aquel culto al roble, y aún se pueden encontrar restos del mismo. Zeus fue, en su momento, venerado en el roble oracular de Dodona y en el festival de Platea. Júpiter, el equivalente romano de Zeus, fue venerado en el Capitolio, donde había un roble sagrado. El acto originario de dedicación a Júpiter fue cuando Rómulo ganó a Acrom, rey de los caeninenses, los spolia opima (despojos del honor), y los colgó en el roble sagrado del Capitolio en honor de Júpiter. El templo de Vesta, en el Foro, tenía unos fuegos que debían ser alimentados con roble y con ninguna otra madera. Pero este culto desembcó en ideas teológicas más complejas. Así ocurrió también en el culto celta. Según evolucionó el sistema social celta a través de muchos siglos, los hombres y mujeres de cultura de las tribus mantuvieron, sencillamente, el título de aquellos que poseían el “conocimiento del roble”.
A diferencia de su veneración entre griegos y romanos, el culto al roble continuó durante un largo período de tiempo entre los celtas. En Seguret, en Provenza, se conserva la representación del “padre de los dioses” celta en la Galia, al igual que en Hausen-an-der-Zaber. Los dos muestran un árbol adornado con hojas de roble y bellotas. Como evidencia de que el roble fue elegido entre todos los árboles, al menos por los celtas continentales y britanos, observamos que la mayoría de las ofrendas votivas de madera del santuario de las Fontes Sequanae están hechas con madera de tronco de roble, a pesar del hecho de que había abundancia de árboles adecuados para la tala en la llanura de Châtillon. Máximo Tirio, en el siglo II d.C., escribió en sus Logoi, que “la imagen celta de Zeus es un roble majestuoso”.
El roble fue elegido para las construcciones funerarias de madera tanto por la cultura de Hallstatt como la de La Téne, ambas celtas primitivas, y ramas de roble fueron recuperadas, igualmente, de un enterramiento celta en un sarcófago de roble de Gristhorpe, Yorkshire. El simbolismo del roble está omnipresente en la antigua cultura celta.
Se habrá observado que la mayoría de autoridades citadas hasta ahora están decididas en su uso de términos masculinos para el roble y aquellos que buscaban la “sabiduría del roble”. Pero las cosas no eran tan simples, pues la religión celta precristiana no era originariamente el concepto masculino en el que se convirtió más tarde y que fue, entonces, convertido en un sistema más patriarcal por el cristianismo. Al igual que muchas religiones del mundo, los celtas comenzaron con un concepto de “diosa madre”. En el caso de los celtas, la diosa madre era Danu (“agua del cielo”) y es significativo que el gran río Danubio tome su nombre de ella; significativo porque era en el nacimiento del Danubio, desde donde se dice que se extendió la civilización celta.
Se puede discutir que el agua simbolizaba el elemento femenino mientras el roble se convirtió en el elemento masculino, y, como símbolo de un crecimiento vegetal, es más razonable suponer que el agua es un símbolo de fertilidad y, por ello, femenino. Sin embargo, el roble, en todas las culturas que lo han utiliado, es representado definitivamente como un símbolo masculino. Siendo así, podríamos señalar que el agua, en la forma de diosa madre, alimentaba al roble y le hacía nacer.
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Cristina -